La pérdida de un ser querido representa
una de las situaciones más traumáticas
para una persona.
El estrés es tal que puede deparar tanto
consecuencias psicológicas como físicas,
debilitando el organismo, al punto de
dejarlo vulnerable frente a algunas
enfermedades.
El duelo es un proceso de adaptación emocional que se desarrolla tras la muerte de una persona allegada, aunque también puede experimentarse frente a la pérdida de una relación o de un empleo. Asimismo, consta de distintas fases por las cuales hay que pasar para poder superarlo. La primera de ellas es la negación, es decir, cuando cuesta admitir la realidad y se tiende a negar lo sucedido. Le sigue el enojo o la ira por la impotencia de no haber podido evitar la pérdida, al tiempo que se buscan causas y culpabilidad.
En la etapa de negociación se procura encontrar una solución a la pérdida, más allá de que resulte imposible, para dar lugar a la fase del dolor emocional, en la que invade una profunda pena acompañada de un intenso dolor, que puede derivar en episodios depresivos puntuales. Por último llega el tiempo de la aceptación, la resolución del proceso, cuando se asume que la pérdida es inevitable y se aprende a vivir sin la persona querida. Hay estudios que evidencian que las emociones negativas debilitan el sistema inmunológico y, por tal motivo, a veces desarrolla infecciones y enfermedades.
Además, hay que tener en cuenta que, durante este tiempo, también suele abandonarse el cuidado y bienestar personal. Si esto se prolonga en el tiempo, pueden aumentar los niveles de cortisol, una hormona que se libera cuando se sufre estrés. En consecuencia, suben el ritmo cardíaco y la presión arterial y se producen algunos cambios en la coagulación sanguínea. Frente a una situación de duelo se recomienda compartir las emociones con personas de confianza, que ayuden a comprender lo sucedido y a superar el dolor. Por otra parte, hay que aceptar los sentimientos, sea cual fueren, comer bien, realizar ejercicios físicos, dormir lo suficiente y evitar la ingesta de alcohol y el uso de tranquilizantes.
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Fuente: Lic. Marta Craichik. Revista Familia Cooperativa
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