Dicen que "ojos que no ven,
corazón que no siente"...
después de leer esta nota
seguirá sin ver, pero sabrá
que están allí.
Si dormimos unas seis horas por noche,
pasamos alrededor de 2.190 horas por año
en nuestras camas.
Para cuando, hayamos cumplido 80 años,
habremos estado 175. 200 horas acostados en un colchón, cifra que representa un 25% de la cantidad de horas vividas (700.800 horas).
Este dato no es menor si se tiene en cuenta que tan importante como un buen descanso es el cuidado de la calidad del aire del dormitorio, y en especial la higiene de la cama en que descansamos.
Para comprobarlo, un científico de la Universidad de Texas estudió la contaminación en el micro entorno del sueño. Su investigación, publicada en el Journal Indoor Air, reveló que nuestro lecho incluye: restos de piel, cabellos, bacterias, mohos, ácaros (todo tipo de parásitos), materia fecal ( el sudor lleva bacterias E-coli y en quienes duermen sin ropa los microorganismos abandonan su residencia intestinal por el orificio natural y pasan a la cama).
Además, quienes disfrutan del calor de sus mascotas durante la siesta o el descanso nocturno, tendrán que sumarle los microorganismos que éstas porten: caspa, pelo, y suciedad de las patas -que en el mejor de los casos arrastra la tierra y los restos de residuos de la propia casa... ni hablar si la sacó de paseo por la vereda o el parque y no lavó sus patas antes de subir a la cama, ¿no?-
En vez de entrar en pánico es importante destacar dos cuestiones: 1. la higiene resulta eficaz para terminar con esta compañía indeseable, 2. aunque ahora se haya tomado consciencia de esta situación, la mayoría de las personas sabrá por propia experiencia que la convivencia con esta micro fauna no es lo ideal, pero tampoco representa un peligro inminente para la salud.
Sin embargo, aquellos que presenten algún síntoma en que el médico no detecte la procedencia, conviene que sospechen de la cama. Un estudio realizado en almohadas reveló que tras 2 años de uso sin lavar, el 10% de su peso corresponde a ácaros. Si sumamos nuestras propias pieles muertas, restos de maquillaje, grasa, bacterias y hongos, puede que un tercio del peso de esa compañera a la que muchos abrazamos por las noches esté compuesto por este zoológico microscópico.
Fuente: revista "Vivir Mejor" de Alberto Cormillot
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